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martes, 12 de diciembre de 2017

Guángara Libertaria (1980-1992): Voz imborrable del exilio anarquista cubano



Frank Fernández

En el otoño de 1992, la revista anarquista Guángara Libertaria publicó su último número. Durante los trece años anteriores a esa fecha, se publicaron en Miami, de modo continuo, sus 52 números. Todo lo cual sugiere, además de la sincronía, que es hora de hacer un recuento y narrar de la forma más objetiva posible aquella aventura, o mejor, el viaje por mares ignotos y profundos con vientos de borrasca. No fue ciertamente una navegación fácil sacar una cantidad de revistas trimestralmente, de forma consecutiva, por más de un década, teniendo en cuenta las dificultades y hasta el mal tiempo que encontramos en nuestra ruta, tales como la indiferencia o la franca hostilidad de un lugar tan poco apropiado como el Miami de aquellos años, y en un país en medio de una inflación económica.

Pero fue debido principalmente a la tenacidad y la perseverancia de unos pocos, que se hizo posible su continuidad y su creatividad. Esa fue, sin duda, una marca difícil de igualar si tenemos en cuenta el ambiente reaccionario y violento que nos rodeaba en aquellos años: la presión y el hostigamiento de nuestros enemigos, tanto en Miami como en La Habana, y el no poder contar con más fondos que los aportados de forma autogestionaria por los componentes de Movimiento Libertario Cubano (MLC) y por lectores y simpatizantes. Pero, lo más complicado era producir una publicación de corte socialista libertario con la inevitable etiqueta de anarquista, dirigida principalmente al exilio cubano y al resto del mundo ácrata.
 
En este largo bojeo, como en toda gestión literaria y humana de discurso social y político, tuvimos aciertos y cometimos errores.

Ante todo, es necesario explicar el ambiente de violencia e intolerancia que permeaba a Miami durante las décadas 80-90. Homicidios, robos, violaciones, motines raciales, tráfico de drogas, incendios, uso de explosivos, corrupción, atentados, en fin, «la ciudad modelo del sueño americano», y, por primera vez en su historia, los turistas de Miami eran espías, pandilleros, asesinos y narcotraficantes. Por supuesto, toda esta criminalidad no era de carácter político, pero resultaba que coexistían sectores legítimos y combativos de cubanos anticastristas con grupos dedicados a la extorsión, al atentado con balazos y bombas, y al asesinato. Proliferaban estos elementos, escudados en su anticomunismo visceral, intimidando, extorsionando y, finalmente, atentando contra la vida de sus víctimas, con bastante éxito en su trabajo. Y, como inexorablemente acontece, estos grupos se mezclaban con el narcotráfico, exitoso negocio de esos tiempos para banqueros lavadores de dinero y para los importadores y vendedores de cocaína. Para agravar más el panorama, se produce el éxodo de más de 125.000 cubanos por el puerto del Mariel, creándose en Miami una crisis de proporciones cósmicas.

Exactamente en noviembre de l979 en una reunión del MLC, preocupados por algunas alusiones acusatorias contra los anarquistas en torno a la violencia diaria, por los medios de prensa y radiales que, aterrorizados o pagados por sectores reaccionarios, insinuaban que los ácratas eran los culpables, los libertarios reunidos, después de llegar a la conclusión de «que en Miami había más fascistas que en España», acordamos salir a la palestra con una publicación libertaria que tendría como objeto aclarar primero, y establecer después, nuestros pensamientos e ideas, y nos comprometimos económicamente a donar o a buscar los fondos necesarios para iniciar la publicación de un vocero en forma de una revista trimestral, según las estaciones del año. Coincidieron estos acuerdos con la invitación que le hicieron los compañeros españoles al MLC para el V Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo y la Asociación Internacional de Trabajadores, entre el 8 y el 16 de diciembre de l979, en Madrid, como un gesto de reconocimiento a los anarquistas cubanos después de veinte años de olvido. El recibimiento al delegado cubano fue solidario y se restablecieron antiguos contactos con el Movimiento Libertario Español y el resto de los representantes anarquistas internacionales que asistieron al Congreso. Esta actitud amistosa entusiasmó a los anarquistas cubanos, que pusieron un interés especial en la publicación de algo más sólido que las antiguas publicaciones libertarias, El Gastronómico y el Boletín de Información Libertaria, que habían cubierto las etapas anteriores, desde 1961, con una propaganda para consumo interior. Y fue en enero de l980 cuando levamos anclas, saliendo con el primer número, un trimestral de 32 páginas titulado Guángara Libertaria, invierno, 1980, con el subtítulo de «Revista del pensamiento ecléctico libertario». A pesar de los pocos recursos con que se contaba para este proyecto ideológico y propagandístico, se hicieron todos los esfuerzos posibles, pues el MLC estaba interesado no solamente en responder y criticar la dirección y la propaganda anticastrista que habían sumido al exilio de Miami en una verdadera sentina, carente de dirección, torpe y romo, siempre defendiendo sus intereses y siguiendo la política exterior que dictaba el Potomac, sino, también, reclamar un puesto entre los medios de propaganda anarquistas del exterior que, a veces mal intencionados, defendían a la dictadura cubana en contradicción con sus propios principios libertarios. Era una vieja y larga batalla que estaba por terminarse y Guángara decidió darle fin.

Pero se sentía la necesidad y la dificultad de penetrar unos medios de comunicación con una sólida tradición conservadora y retrógrada. Para esa tarea había que producir una publicación diferente y creativa, y, en verdad, se contaba con muy poca experiencia en ese campo. Aparte de Abelardo Iglesias, Casto Moscú y Luis Dulzaides, que murió en los inicios de Guángara, los demás comprometidos no pasábamos de un grupo de novatos en cuanto a publicar una revista. Guángara, de acuerdo con la definición de Iglesias, autor de ese apelativo, quiere decir «...para los cubanos bulla y también bronca… En definitiva, bulla, bronca y guángara pueden ser sinónimos de caos y desorden…». Se creó el primer Colectivo, un término usado entre los medios anarquistas de la época, eliminando al jefe de redacción o director, como una forma libertaria de trabajar en conjunto. Aprovecho aquí para aclarar que, a pesar de otras versiones incorrectas, nunca nadie fue «director» de Guángara Libertaria y mucho menos el autor de este trabajo. Constaban en su Colectivo original Santiago Cobo, Omar Diegues, Luis Dulzaides, Frank Fernández, Abelardo Iglesias y Casto Moscú. Colaboraban en esa primera etapa Manuel Ferro, Agustín Souchy y algunos otros anarquistas del extranjero. El cuadro administrativo, autónomo de la redacción, lo componían J. R. Álvarez, Agustín Castro, Manuel González y Arístides Vázquez.

En esta primera fase de tanteo, los artículos publicados eran los de sus redactores, trabajos enviados por colaboradores comprometidos en el exterior, y trabajos de otras publicaciones ácratas procedentes de España, México y Argentina. Se hicieron reseñas históricas de anarquistas del pasado, se opinaba sobre libros y también se comentaba la actualidad fuera y dentro de Cuba. Los editoriales de Guángara fueron la voz del MLC en cada uno de sus 52 números. Todos estábamos conscientes de que no se podía hacer una revista completamente anarquista, pues nunca sería recibida con beneplácito, por muy anticomunista que fuera, en los medios de Miami, por las razones ya explicadas; de ese modo, la primera etapa trató de contemporizar con el ambiente envenenado y la polución ideológica existentes.

Hasta el verano de l981, Guángara fue una revista de modesta presentación, con una tirada de 1.000 ejemplares cada tres meses, con distribución gratis y sin anuncios pagados. La tarea más difícil fue su distribución en distintos lugares de la ciudad, con la excepción de unos 80 números que se enviaban al extranjero. Ya para el otoño de l981, se entró en la segunda etapa, la revista empezó a torcer la ruta en otra dirección: comenzó una nueva diagramación, se aumentó la tirada a 1.500 números y se cambiaron algunos nombres en el Colectivo por otros que no eran necesariamente anarquistas. El subtítulo era, ahora, «Un grito de libertad en blanco y negro». Ayudó mucho el hecho de que muchos escritores que habían llegado por el éxodo del Mariel, comenzaron a colaborar con sus artículos, poemas y experiencias de Cuba. Algunos de estos nuevos exiliados se incorporaron al colectivo, como Benjamín Ferrera y Miguel A. Sánchez, y otros escritores que residían en Miami hicieron lo mismo, entre ellos Benito García, que diagramaba con éxito Guángara, y Ricardo Pareja y Sergio Magarolas. Los artículos de Guángara Libertaria comenzaron a ser más polémicos y la revista se encuadró en secciones de diferentes temas: editoriales, historia, economía, libros, cuentos, poesías y comentarios en general sobre Cuba. Se le concedió a la portada una importancia principal.

Se atacaba principalmente al Estado cubano de corte marxista, pero fuimos los primeros en separar el epíteto erróneo de «comunista» al referirnos al Gobierno cubano; creíamos más dialéctico y apropiado usar el término «castrista», pues, en realidad, Cuba no era comunista, ni siquiera socialista, pero sí una dictadura totalitaria dirigida por un solo hombre. Esta semántica, que a la larga ha perdurado, nos ganó la atención de algunos elementos marxistas, fuera y dentro de Cuba, que empezaron a tomarnos en serio. La distribución se hacía ya dentro de todo EE. UU., usando como medio el correo; se recibía sin falta en Los Ángeles, Chicago, Nueva York, Nueva Jersey, San Juan, etc., y se enviaban más de 200 ejemplares a casi todos los estados del país. También se aumentó el envío al extranjero, sobre todo con colaboradores, publicaciones afines y simpatizantes en Asia, Australia, América Latina y Europa. Como cosa natural, la tirada de Guángara aumentó a 2.500 ejemplares.

Para el verano de 1983, ya contábamos con la colaboración de poetas como Luis Esteban Cárdenas y Alfredo Leiseca, escritores de ficción como Enrique Labrador Ruiz y Celedonio González, ensayistas como Carlos M. Luis, Miguel Correa, Roberto Valero y hasta Reinaldo Arenas. Periodistas como Daniel Morcate, Miguel Sales y Pedro Leyva. Leví Marrero, desde Puerto Rico, nos enviaba saludos amistosos. Se iniciaron traducciones de artículos y ensayos del inglés, francés e italiano, gracias al esfuerzo y la dedicación de María Teresa Fernández; nombramos corresponsal en Hawai a Stephan Baciu; en Chile, a Cosme Paulés; en México, a Ricardo Mestre; Abraham Guillén, en España; Alfredo Jiménez, en Australia, y Víctor García, en Venezuela. En enero de 1984, se inauguró en la oficina de Benito García, con el patrocinio del Colectivo de Arte y Cultura, una de las primeras galerías en Miami para exponer cuadros de pintores cubanos, titulada Xanas y Meigas, donde tuvieron oportunidad de presentar sus obras pintores de la nueva hornada: Ricardo Viera, Carmen Díaz Oñate, Gilberto Ruiz, Valerio, Balmaseda, Hortensia Gronlier, Gaínza, Katie y Humberto Figueras, y Luis Vega, entre muchos otros. La última exhibición fue de arte erótico, muy concurrida. En cuanto a José María Mijares, famoso como pintor y poco conocido como libertario, donó a la revista varios grabados que fueron usados como portada en el número de otoño de l983. En abril de ese mismo año, el Colectivo de Arte y Cultura ofreció en el Kouvec Center un Simposium a Salinas, para recordar la memoria de Marcelo Salinas, escritor, poeta y dramaturgo anarquista.

Nuestros propios compañeros nos criticaban por hacer una Guángara «literaria» en vez de libertaria, con una buena dosis de razón. Esta crítica fue tomada muy en serio. Al mismo tiempo y sin darnos casi cuenta, estábamos propiciando e iniciando ante las mismas narices de nuestros enemigos en ambos lados del Estrecho, un arte y una cultura en Miami. Por supuesto, y esto era esperado, nadie nos dio nunca el crédito o la publicidad que merecíamos; au contraire, una buena dosis de insultos, calumnias y ataques verbales y escritos por radio, prensa y en forma de anónimos. Como nuestra posición seguía siendo anarquista, ideas que la mayoría del exilio no entendía o confundía, nos empezaron a atacar los sectores más reaccionarios y derechistas, unidos, casualmente, a los agentes castristas que pululaban en Miami. Pero a todos supimos darle la respuesta necesaria; para ello se utilizó una página escrita con ese propósito, primero por Abel, titulada «Gotas de Acíbar»; después, Benenito, con su «Horroróscopo»; más adelante fue Guangarito con «Esto no tiene nombre» y, finalmente, E.L. Fermo, con «Cianuro Frío». La crítica era certera y con el estilo que el mismo nombre de Guángara significaba.

Para 1985 celebramos nuestro quinto aniversario, que para muchos era un milagro y para nosotros una navegación turbulenta que supimos maniobrar. Se organizó un desayuno para reunir al Colectivo, los miembros del mlc y los simpatizantes de la revista. Acordamos sacar un número especial de 40 páginas, portada a color y una tirada récord de 4.000 ejemplares. Esta actividad nos dejó exhaustos económicamente y tuvimos que regresar a una tirada de 2.500. Asistimos por más de una década a la Feria del Libro, en un quiosco alquilado donde exhibíamos y vendíamos libros anarquistas procedentes de México, Argentina y España. Las ganancias eran magras, pero servían para seguir cubriendo los gastos de la revista que continuaba su ruta regularmente, a pesar de la «bancarrota permanente». Se recogían los fondos necesarios para la publicación, se pagaba el costo de la revista y el envío por correo, y cuando iba a salir la próxima hacíamos lo mismo; ninguno de los componentes del Colectivo recibía un solo centavo por su trabajo.

Pero, como inevitablemente sucede, motivado por la esencia misma del ser humano, tenía que haber diferencias de criterio dentro del Colectivo, de tipo intelectual o personal. El hecho de no haber podido mantener unidos por largo tiempo al Colectivo original, ni, de hecho, a ninguno de los que lo siguieron, fue una de las causas por la cual algunos se contrariaron y desembarcaron en otros puertos. Las actitudes irreconciliables entre algunos de nosotros, de tipo personalista, paternalista y a veces irracionales o egocéntricas, causaron rupturas, aunque no desgarramientos, y se produjeron separaciones; existían, además, diferencias de tipo político o retórico que trajeron como consecuencia escisiones y renuncias. Las más de las veces, la reunión del Colectivo frente a la mesa de ruta, las discusiones y los discursos se hacían interminables y no terminaban amigablemente. Pero, a pesar de todos estos problemas, Guángara siguió navegando sin detenerse y siempre hubo marinos responsables para continuar el trabajo.

Entre 1986 y 1989, al comenzar la tercera etapa o, mejor dicho, después de sobrevivir otro mal tiempo, conmemoramos en la revista el primer centenario del Primero de Mayo, la Guerra y revolución española de l936 y tres trabajos consecutivos a la memoria del centenario del periódico anarquista El Productor y de Enrique Roig de San Martín. Continuamos con el mismo montaje y diagramación, con la colaboración entusiasta de Enrique G. Morató, Lucy Ibrahimi y algún que otro comentarista político que estuviera vetado por los medios de este pueblo, como el caso de Luis Ortega. Los tiempos habían cambiado bastante en Miami, había más tolerancia y paciencia; la violencia había disminuido notablemente. Por esa época, defendimos a los presos políticos de Cuba y al entonces embrión de la disidencia dentro de Cuba, los que, como nosotros, compartían una Cuba futura con una sociedad civil y libre. Guángara era bien distribuida y mejor recibida; la librería Universal, de Manuel Salvat, consumía 200 ejemplares de cada tirada y se continuaba con el envío por correo dentro y fuera del país. A Cuba llegaba esporádicamente por manos amigas o, simplemente, por la espontaneidad de algunos lectores que las llevaban en el bolsillo, aprovechando la apertura que existía y el trasiego de cubanos entre ambos lados del Estrecho, y algún compañero español o mexicano que viajaba de turista. Regularmente, desde París, Bruselas, Londres o Madrid, los compañeros anarquistas se la hacían llegar por correo a las embajadas cubanas en esas ciudades. La Oficina Cubana de Intereses, en Washington, también estaba en la lista de correos. Con relación al material publicado, es cierto que hacíamos énfasis en el tema histórico- social, pero se debe recordar que todo no podía ser crítica y, consecuentes con nuestros pensamientos, también apuntábamos hacia el futuro en tres campos fundamentales: lo económico, lo político y lo social. En el primero, insistimos en las tesis autogestionarias; los medios de producción en manos de los trabajadores; fábricas y talleres deberían dejar de pertenecer al Estado y convertirse en propiedad de los obreros. En lo político, recomendamos la descentralización total de una administración, y un sistema electoral a nivel de base, municipal y provincial, con una asamblea que representase a todos los cubanos. Y en el campo social, establecer todas las libertades inherentes a nuestro pueblo y un sistema equitativo de justicia.

Queríamos ir más allá de la democracia. El sistema marxista-leninista que imperaba en la URSS se desplomó después de una larga agonía y fue a parar «al basurero de la historia», lugar de donde nunca debió haber salido. Guángara, subtitulada «A la libertad por la libertad», entraba en su última fase. Recibimos la noticia de la implosión soviética con júbilo y, de paso, pronosticamos erróneamente, en un editorial, la próxima desaparición del sistema castrista. Nuestros augurios no se cumplieron. Celebramos modestamente el décimo aniversario y logramos llegar hasta el otoño de l992, con su número 52, año XIII, pero ya el cansancio, las crisis internas, y sobre todo la desaparición física de muchos de sus componentes, como Dulzaides, Cobo, Ferro, Pareja, Castro y González, compañeros que no sólo colaboraban físicamente en la redacción y edición de la revista, sino que respondían económicamente, dejaron espacios abiertos que nunca pudieron llenarse.

En este largo viaje, también se cometieron errores que pudieron evitarse, se publicaron artículos que nunca debieron haber visto la luz, se enemistaron cubanos liberales y anarquistas y se perdieron amigos. Pero Guángara pasó a la historia de las letras cubanas con el orgullo de haber establecido una opinión diferente en un medio hostil, que dejó sentada una tolerancia en contra del derechismo reaccionario predominante y abrió una brecha en estas trincheras del anticomunismo pagado y zafio, por la cual han podido reclamar más tarde el derecho a ser contestatarios de esta sociedad de consumo muchas otras publicaciones y programas radiales con otras opiniones y discursos que, de no haber existido Guángara, hubiesen permanecido en las catacumbas. Decir que Guángara convenció a medio mundo de su verdad anticastrista y de sus pronunciamientos libertarios, sería exagerar. Dejar constancia de que esta publicación ácrata orientó acertadamente al exilio disperso, no sería cierto. Añadir que desde sus páginas destruyó la base social o ideológica del castrismo, sería una falacia. Pero de lo que estamos seguros es de que Guángara Libertaria tuvo un impacto en las mentes pensantes que sostenían conceptos erróneos procastristas, conservadores o de la derecha dura; invitó a reflexionar a los mismos anarquistas del mundo, y que los argumentos de nuestro discurso le hicieron ver a muchos, fuera y dentro de Cuba, la verdadera situación de terror y horror de nuestro pueblo.

Guángara siempre respondió a los ideales de la libertad.


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